La ordenación no da la perfección

La ordenación sacerdotal, nos explica D. Fernando Altolaguirre, sacerdote de la Diócesis de San Sebastián (España), no es el final de la formación del presbítero, ni le libera de la lucha espiritual. Además, el sacerdote sigue siendo humano y, por lo tanto, limitado. Pero es cierto que, a partir de la ordenación, cuenta con el auxilio de la gracia de Dios de forma predilecta, ya que es «otro Cristo en la tierra». D. Fernando nos explica cómo debe vivir un sacerdote y cuál debe ser el centro de su vida para que su ministerio no se mundanice.

  • «Y tú, ¿por qué no?» era la frase que se leía en la contraportada de la revista misionera «Aguiluchos» y que captó la atención de D. José García Hernández, sacerdote diocesano de Alcalá de Henares. Esas palabras le hicieron reflexionar en la posibilidad de que Dios pudiera llamarle para ser totalmente suyo. Transcurrido un tiempo de discernimiento, a la edad de 19 años, un Viernes Santo, experimentó que el Señor le decía: «Ya es tu momento. Déjalo todo y vente conmigo». Al año siguiente entró en el seminario.

     

     

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