10 minutos con Jesús: Volver a ser un niño
- Sección: Meditaciones-homilías
- Categoría: 10 minutos con Jesús
«Tus brazos Jesús, son el ascensor que me suben al cielo…»
«Tus brazos Jesús, son el ascensor que me suben al cielo…»
«Y serán los dos una sola carne…»
«Creo Señor, pero aumenta mi fe…»
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban».
«¡Conduce Tú, llévame dónde tu vayas!...»
«Quiero darte todo el terreno en mi propia vida, para que hagas lo que quieras…»
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: Padre nuestro que estás en el cielo…»
«Creo Señor, pero ayuda mi falta de fe…»
«Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman…»
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial».
«Que seamos vidas luminosas que ayuden a los hombres a caminar en la gracia del Señor…»
«¡Qué bien nos encontramos junto a ti!»
«La fe es la vida que se vive…»
«El Señor vivió el culmen de su libertad en la cruz, como cumbre del amor.»
«Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos».
«Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».
«Piensas como los hombres y no como Dios…»
«Sabes lo que necesito, mejor que yo…»
«Signo más sagrado no hay, hazlo bien… Así la cruz de nuestro Señor abrazara todo mi ser…»
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«El milagro invitaba a reconocerte, pero para reconocerte, paradójicamente había que estar dispuestos a reconocerte.»
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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