Compartiendo a Jesucristo: Condiciones del discipulado
- Sección: Meditaciones-homilías
- Categoría: Compartiendo a Jesucristo
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Recuerda que el Señor es el gran Cirujano que puede reparar tu corazón, pero te toca a ti decirle a tu corazón que vuelva a latir, eres tú quien tiene que despertarlo para que empiece a amar, ya que el Señor quiere que vivamos amando.
El Hijo del hombre es Señor también del sábado.
El Señor no te promete darte lo que tú quieres, sino lo que tú necesitas.
En esta homilía de «Palabras de vida desde la misión», el P. Christopher Hartley nos exhorta a no tener miedo, porque es el Señor quien nos manda ponernos en camino. Aunque aparentemente no podemos luchar contra el mal, porque sus fuerzas son aparentemente muy superiores a las nuestras, Jesús nos llama a fiarnos de Él; Él ya ha vencido en la cruz, y si nos fiamos, veremos cosas muy grandes.
Tengo que hacer todo el bien que pueda con las personas que Jesús pone a mi alcance sin "etiquetarles", sino ayudándoles a descubrir el plan que Dios tiene sobre cada uno de ellos.
Tomando como referencia el pasaje de María de Betania sentada a los pies de Jesús, el P. Christopher Hartley, en esta reflexión de «Palabras de vida desde la misión», recalca que es la Palabra del Señor la que me va transformando, la que me va asemejando a Cristo; que Él, lo único que espera de mí es que esté atento a su palabra, que lo único verdaderamente importante es haber conocido el amor de Dios y vivir de ese amor, tener el corazón limpio y volcarme en que este amor pueda llegar a todos los hombres.
¿Podéis hacer ayunar a los invitados de la boda, mientras el novio está con ellos?
«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros».
¿Estoy dispuesto a pagar el precio de fidelidad a Jesús, aunque busquen la manera de acabar conmigo, con tal de que yo llegue a poder implantar el derecho en las naciones? El P. Christopher Hartley, en esta homilía de «Palabras de vida desde la misión», nos dice que tenemos que confiar en que la luz de Cristo en el corazón de los hombres, ese pábilo vacilante que parece que se va a apagar, no se apagará jamás, porque es Él mismo quien lo ha dicho. Tenemos que permanecer fieles al Evangelio, así seremos el siervo, el elegido, el amado y el predilecto.
«Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no juzgues a tu prójimo, más bien, excúsalo. Si no puedes excusar su acción excusa, por lo menos, su intención».
Entonces Jesús dijo a Simón: No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
Es Jesús el que hace que nuestras obras, cuando nos dejamos guiar por Él, sean útiles para el cielo.
Para tener una estabilidad en la vida, es necesario que exista una alianza entre la inteligencia, la voluntad y el corazón, no podemos dejar llevarnos de los impulsos de los estados de ánimo.
«Si crees en Mí, no morirás para siempre».
Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
No convirtáis la casa de mi Padre en cueva de ladrones.
Los discípulos del Señor tenemos que ser íntegros, actuar igualmente cuando la gente nos ve y cuando no nos ve. Hacer y decir lo correcto siempre.
En este programa de «Palabras de vida desde la misión», el P. Christopher Hartley nos recuerda que el problema de nuestros agobios es que nos queremos enfrentar a la tarea nosotros solos sin contar con Jesucristo y nos olvidamos, tantas veces, de que Dios se ha hecho uno de nosotros, y que no solo me dice «ven a mí y descansa», sino que, como es Dios y hombre, puedo apoyar mi cabeza sobre su pecho y escuchar el latido de su corazón, cogiendo de Él las fuerzas necesarias para acometer cualquier empresa.
El reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo esconde y, lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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